Se pasaba las horas sin pasar por ellas, sin estar en ningún "sitio" real. Pasaba por sueños. Por lugares que deseaba, o que la mente le llevaba como solución ante el desastre. Se encontraba con personas que no conocía, que estaban en su vida o habían estado. Y a muchas de las que ya no estaban casi ni las echaba de menos. Pero era la única forma que su razón y co-razón tenían de mantener. La única forma de salir de A sin apenas esfuerzo. De no cambiar.
Y qué bonito es soñar cosas bonitas, ¿no?. Pues ella estaba harta. Siempre ha soñado y nunca ha sido de sueños. Era más de vida presente, de experiencias y de autenticidad. Pero era lo único que ahora tenía era el subconsciente. Era lo que le mantenía.
07:15 a.m. El reloj biológico cada vez lo tenía peor. Quería seguir durmiendo, pero estaba harta de hacerlo. Única forma de no pensar, de obviar responsabilidades, en los domingos no existían. Y hacía tiempo que el resto de días tampoco.
Recordaba. Y solo hacía eso. A parte de dormir. Traía de nuevo tantas cosas a su mente que se le mezclaban momentos.
Ese día no llevaba los zapatos marrones. Y se fue el miércoles. Ese día hablaron de aquello que ella veía tan lejano, y que le parecía tan aburrido...
Y después dudaba de si había sido esa semana, o la anterior. El caos.
Ese día no llevaba los zapatos marrones. Y se fue el miércoles. Ese día hablaron de aquello que ella veía tan lejano, y que le parecía tan aburrido...
Y después dudaba de si había sido esa semana, o la anterior. El caos.
14:54. No quería hacer la comida. No tenía motivos, ni hambre ni ganas de cocinar. Un filete no le iba a mantener viva. O por lo menos no le iba a solucionar el caos. Miraba la ventana, y se guiaba por la luz que hacía.
Volvía. Qué lugar. Qué intenso, qué lejos, qué impersonal. Pero sabía que no debía estar allí. Era consciente de que estaba entre dos mundos. Dos mundos reales, y entre ellos estaba su cama, sus seis paredes, y sus dos ventanas. A, era su mundo, el que resultaba acogedor a ratos. Era cómodo quedarse allí, no exigía sufrir y no había problemas dentro de él. Por tanto no podía equivocarse, porque no hacía nada. Felicidad efímera.
Ir al mundo 1 era triste, poco seguro, lleno de fantasmas y estaba lejos, tanto que podía ser imposible llegar. Era un precipicio en toda regla. Ir al mundo 2 era total incertidumbre. Todos prometían que allí estaba la solución a todo, la felicidad. Pero también estaba lejos, y había algo que le impedía ponerse los zapatos, salir de A y emprender camino.
19:05. Llegaba tarde a la vida. Hoy A había sido el refugio de costumbre. Allí el caos parecía menos caos. Aún estaba el bol con las cáscaras de naranja en la mesa. Ya se las llevaría el aire, o algo. Qué bucle tan reconfortante, y tan sin sentido. Los sueños volverían en breves.
A veces echo de menos soñar, echo de menos a mundo 1, a A.
Desde aquí todo se ve diferente. Puede que mejor.
En los mapas de aquí no aparece mundo 1.
Solo hay una persona que lo recuerda.
Está dentro de mi.
L.
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